Caminando por Tobalaba con harto calor, un poco apurado por llegar a casa de una amiga.
En esta último tiempo, y cuando parecía que todo andaba tranqui, la vida quería remecerme un poco-harto. Parecía que esa aparente tranquilidad y paz, no debía durar tanto. Era necesario un cambio, que no veía venir, por supuesto, de esos que después de meses o incluso años, recién, vienes a comprender y quizás hasta agradecer. El enamorarme por primera vez, había sido un regalo enorme del universo, de esos que sueles agradecer a viva voz, porque te traen paz y felicidad, porque a tu vida le agregan todavía más sentido. Estaba aprendiendo a relacionarme desde la calma, por primera vez, pero la vida me dijo, repentinamente, es momento de sanar solo: ajústate el cinturón porque se viene intenso.
Aquí estoy ahora, luego de meses, en proceso de re-aprender a amar, desde la comprensión y el respeto hacia los demás, desde el «no-cuestionamiento». Entendiendo que el amor, de verdad es dejar ir y dar el espacio suficiente. Jamás creí llegar a entender este sentimiento de esa forma tan desprendida, pero ¿sabes qué? Aunque duela, es transformador. El voltear la mirada, pensar en mí, amarme más, fue una decisión, el resultado de años de lucha interna, de mirarme al espejo y encontrarme horrible, poca cosa, hasta llegar a querer reafirmar la idea de que «soy suficiente». En medio de un proceso terapéutico, dejé de buscar respuestas, porque estas fueron llegando a medida que pasaba el tiempo ¡y uf, qué calma más rica! Mi confianza en la vida se ha afirmado. Estoy centrado en mi proceso, y recibiendo estas pruebas como parte de un proceso de resiliencia, mirando todo como «bendiciones disfrazadas», porque sin duda lo son, son pruebas. Si miro hacia atrás, todo el tiempo se ha tratado de lo mismo. El ciclo sigue dando vueltas. La vida y el universo han puesto delante de mí un gran cartel «calma, porque lo mejor está por venir».
Ahora en el puerto, en el escritorio de la casa de mis padres, con un café en mano, puedo decir que sigo estando dispuesto a sanar desde el silencio. Desde una mirada humilde y comprensiva, desde «en medio de las plantas y la humedad» entre la brisa marina, los pies en la arena, las nuevas y viejas amistades, las siestas, el trabajo y el desarrollo de mis proyectos. Todo es «parte de». La consecuencia de los remezones son todo lo que ha pasado hasta ahora. El viaje a Buenos Aires, las frases que escuchado, las señales, el pan tostado, los puchos que decidí volver a fumar. En paz, y comprensión. En aceptación de ese camino que voy trazando. En calma y agradecimiento.